HOJARASCA Y OTROS PRODIGIOS

Con el sol de la alborada
se enciende generosamente
una plegaria de cristales y destellos,
cual inmenso remolino de espejos.

Los pájaros se anuncian unos a otros
la llegada del universo y el color,
criaturas sobrevuelan cada rayo de luz
como un sondeo fecundo en gratitud.


El olor de los jazmines
es pródigo en su origen,
la frondosidad de la hiedra
acuna el silencio de las piedras.

Toda la ribera acoge con gozo
el paso del arroyo
que no duerme en una grieta
sino que llega hermoso, en ruidosa voltereta.

A la hora del ocaso
la hojarasca es nido de jardín,
mientras pétalos rosados y dispersos
colorean el cielo inmenso.


La apacible hondonada
realiza un soliloquio,
los árboles y estrellas
guardan pliegues de mil huellas.

Encina, avellano, fruto
se rinden ante el influjo de la Luna,
la que a diario y por mandato de Dios
efectúa una dulce velación.